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Conservar el arte… conservar una inversión

Escrito por: Alicia Zamora M. Directora ConArte



Es frecuente que quienes gustan del arte visual, ya sea en calidad de compradores (coleccionistas, empresas y galeristas), así como herederos o custodios de éste (museos, instituciones públicas o privadas), olviden o ignoren que dichos bienes requieren de condiciones básicas para su conservación y eventualmente de restauración. Las razones pueden ser varias, pero posiblemente sea parte de que sus condiciones no varían en el tiempo, ni están sujetos a sufrir cambios por diferentes tipos de exposición ya sea ambiental, climatológica, formas de manipulación, bodegaje y otros factores. También porque suelen asociarse los aspectos de preservación, conservación y restauración exclusivamente al arte clásico, histórico o a bienes culturales de otras épocas y no así a las diversas expresiones del arte actual o de reciente adquisición.


Un mito asociado a su restauración, es que cuando las obras sufren algún problema, sea rotura, pérdida de color, golpes, suciedad, hongos, ataque de insectos u otros; quienes deben intervenirlas son los artistas que las ejecutaron –o lo que es peor- otros artistas (cuando no se logra contactar al autor o ha fallecido éste), personas dispuestas a “arreglarlas” (marqueterías, imagineros y otros). Todo ello sin importar los años y técnicas en que hayan sido ejecutadas. Y es que, aunque parezca lógico, no necesariamente es correcto. Pues hacer esto puede implicar el riesgo de ser alteradas, ya sea por el uso de materiales y técnicas inapropiadas, así como por la modificación de su contenido. Solemos recordar en el caso de los artistas que “restauran”, que su condición de creadores conlleva a la tentación de recrear sus obras o la de otros, haciendo alteraciones irreversibles material y conceptualmente. Hasta una firma o una fecha hecha extemporáneamente, la puede alterar como documento.


Las obras deben ser tratadas por especialistas en el campo de la conservación y restauración, ya que su formación se fundamenta en contenidos filosóficos, éticos y técnicos para enfrentar dichos problemas según sean las características de las obras por autor, tipo de ejecución, contexto histórico y otros elementos que conforman la obra a tratar. Ello bajo un respeto absoluto al original. De la misma forma, sus servicios pueden incluir diagnósticos de conservación para detectar daños o situaciones adversas con el fin de sugerir propuestas preventivas, ya sea a nivel individual o de colecciones completas.


Lo anterior aclara otro gran mito: las obras restauradas pierden valor. No es cierto, una obra tratada profesionalmente, le agrega valores que la obra pudo perder en el tiempo por sus niveles de deterioro y por el contrario sumarles vida y disfrute de éstas en el tiempo. La conservación y restauración profesional es la medicina del arte, un oficio comprometido con su existencia y trascendencia material e histórica.


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